Soy español, extremeño, rayano y me siento también un poco portugués. Mi sangre y mi corazón están repletos de gentes de frontera. Gentes que han curtido el día a día de sus vidas entre un lado y otro de la Raya. Por eso visitar Portugal no es tener la sensación de estar en un país extranjero. Me encuentro igual que en casa. Quien visite la Raya comprobará que sus jornadas son un continuo ir nosotros y venir ellos. Es intercambio de mil cosas, de riqueza puramente humana, la más valiosa. Es en definitiva un lugar de encuentro, de convivencia, no de división. Para los rayanos, los vecinos portugueses son queridos porque son hermanos, así de sencillo. No se entendería lo que hoy son los pueblos y aldeas de la Raya sin contar con los dos lados de la frontera. La de los matrimonios mixtos, la del intercambio cultural, la de los mercadillos, la de ir a comer los fines de semana, la de las compras, la del café, etc. La vida siempre romperá absurdas divisiones que nunca entiende. Creo que Extremadura debería proyectar con más firmeza su imagen de futuro sobre Portugal. Los puentes ya están construidos por los buenos habitantes de la Raya.
Un ejemplo de convivencia entre ambas nacionalidades es la frontera de Puerto Roque. La de Valencia de Alcántara en el lado español y la de Marvao en la parte lusa. La de los frondosos bosques de pinos y castaños coronados de crestas de cuarcita. La que delimita el discreto río Sever. Es una de las mejores tarjetas de visita de nuestra región y de las más olvidadas. Pasear por sus aldeas, caseríos y alquerías es toda una experiencia cargada de colores, sabores y olores que son únicos e irrepetibles.
Os dejo unas cuantas fotografías de la frontera de Valencia de Alcántara, de los pueblos de Castelo de Vide, Portagem y Marvao.
Un ejemplo de convivencia entre ambas nacionalidades es la frontera de Puerto Roque. La de Valencia de Alcántara en el lado español y la de Marvao en la parte lusa. La de los frondosos bosques de pinos y castaños coronados de crestas de cuarcita. La que delimita el discreto río Sever. Es una de las mejores tarjetas de visita de nuestra región y de las más olvidadas. Pasear por sus aldeas, caseríos y alquerías es toda una experiencia cargada de colores, sabores y olores que son únicos e irrepetibles.
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